La
convivencia es un tema que para bien o para mal siempre desata las pasiones de
aquellos a los que afecta. Ya sea por exceso o por defecto, nadie estamos
exentos de sentir tanto amor, felicidad y comodidad como odio, tristeza y malestar.
La convivencia es un aspecto esencial en la vida de todo estudiante. Tanto es
así que en muchos casos determina el buen camino de un gran número de ellos. Si
a los cambios propios por la edad y a los conflictos en casa o simplemente
consigo mismos les añadimos los posibles problemas que puedan darse en uno de
los lugares (el aula) en los que para bien o para mal los adolescentes pasan más
tiempo, el coctel se convierte en una situación perfecta para que estos se
agobien y posiblemente acaben por abandonar aquello que es más fácil podemos
prescindir al no afectar la sangre y los sentimientos la educación.
Siendo
así la convivencia un aspecto fundamental no solo para el día a día sino también
a largo plazo por los efectos que una mala experiencia con ella puede producir,
los profesores deben asegurarse que esta se lleve a cabo de la mejor forma
posible. Si bien son muchos los posibles problemas que pueden aparecer a unas
edades tan complicadas, nosotros podemos intentar sino acabar con ellos si
paliar sus efectos. Para ello, valores como la tolerancia, el respeto y la empatía
deben ponerse en boga mediante dinámicas y actividades como charlas y debates.
Sin
embargo y en mi opinión esto debe hacerse de forma realista; no podemos esperar
que únicamente con estas opciones la convivencia mejore. Un clima de distensión
y confianza (sin que se vaya de madre) son también fundamentales para que los
alumnos estén cómodos. Hay que fomentar, que estos tengan la suficiente
complicidad entre ellos y con sus profesores para que temas de actualidad aunque
sean controversiales a primera vista como la política, el feminismo, el sexo
etc… puedan tratarse en clase desde el respeto y el espíritu de entendimiento,
ya que muchas veces son verdaderamente los que les preocupan.
Por
último no debemos hacer oídos sordos ante aquellos alumnos que entorpezcan en
la buena convivencia, pudiendo y debiendo tomarse las medidas pertinentes para
corregirlos con la ayuda de dirección, familias y organismos públicos en los
casos más extremos.
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