Como primera parte de la actividad de hoy
debo comentar de manera breve los resultados del test de personalidad llevado a
cabo en clase. Después de desentrañar la manera de obtener los resultados, he descubierto
que para el señor Reddin yo soy lo que se llama “misionero”, una persona
propensa a las relaciones sociales y con facilidad para ellas pero a la que le
falta motivación para las tareas, al menos en lo que al liderazgo educativo se
refiere.
Por otra parte hoy tengo la oportunidad de
hablar de una de las películas que si bien no entra dentro de mi “top ten” en
favoritas, llevo toda la vida conociéndola y siempre con un buen recuerdo. “The Sound of music” o “Sonrisas y lágrimas” para nosotros, se
trata de una película musical del año 1965 que narra las aventuras y
desventuras de una joven novicia que se ve obligada a ejercer de institutriz en
la casa de un militar austriaco con nada menos que siete hijos. Los huérfanos
de madre si bien al principio no se lo ponen nada fácil a María, la
protagonista, acaban por cogerle un tremendo afecto. Por su parte el capitán también
acaba de por quererla, tanto de hecho que rompe su compromiso con su prometida
de dudosas intenciones y acaba por casarse con ella.
La película narra como María en un intento
no solo de educar, sino de dar cariño a esos niños, utiliza la música para
acercarse a ellos y hacerles aprender y comprender como el amor y las buenas
intenciones aún tienen cabida en una época en la que todo parecía derrumbarse
(SPOILER: en pleno ascenso nazi la familia se verá obligada a autoexiliarse al
final de la cinta para salvaguardar su seguridad). En cuanto al tipo de pedagogía
utilizada por la novicia, ni yo mismo sabría decir con total seguridad de cual
se trata. Bien es cierto que María utiliza la pedagogía personalista al
proponer actividades y recursos en función de las habilidades de los niños (en
este caso su amor por la música), pero por otra parte también utiliza la pedagogía
activa al defender el uso el uso de la actividad y el juego como elementos
metodológicos.
Por último tengo que proponer mi propio
verso de lo que aportare en materia educativa según el club de los poetas
muertos, sin embargo únicamente me limitaré a recordar el dicho “Dale un pez a
un hombre y comerá un día, enséñale a pescar y comerá siempre” para que no
caiga en el olvido que la educación va más allá de todo y que sin ella
finalmente pereceríamos.
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