Hoy en día puede parecer
arriesgada la idea de querer entrar al submundo que entraña una clase de
secundaria. Relaciones, rivalidades, amores y desamores, cariño y otras muchas
emociones a flor de piel son el día a día de los alumnos, por lo que como es lógico,
no es de extrañar que con tanta pasión los profesores suelan empaparse de este
tipo de sentimientos. A mayores, muchos son los conflictos a los que a menudo tienen
que hacer frente los docentes: situaciones tensas, peleas entre estudiantes, desatención
y desinterés, e incluso insultos y agresiones en los casos más graves son solo
algunos de los premios que obtenemos tras pasar unas oposiciones o conseguir con
mucha suerte trabajo en un centro privado.
Pero que no cunda el pánico, no
siempre lo que vemos en telediarios y noticias tiene por qué ser la realidad y
en mi opinión, quizá algo inocente e idealizada, muchas son las recompensas de
este trabajo. Sin embargo hoy toca hablar de todas esas situaciones tensas que
pueden alterar el buen funcionamiento de la clase y a las que por desgracia
vamos a tener que hacer frente en más de una ocasión. A mi grupo en concreto le
ha tocado ponerse en la piel de un profesor al que los alumnos impiden que
lleve a cabo su trabajo porque uno o más de ellos desoyen sus obligaciones de
estudio, lectura o de hacer ejercicios durante el tiempo que estos deben
llevarse a cabo en el aula.
Así propusimos cuatro situaciones
y cuatro soluciones de las mismas:
En primer lugar tenemos un alumno
que durante una clase de matemáticas no hace los ejercicios o problemas que le
han mandado. Una posible solución a esto desde nuestra perspectiva de inexpertos
sería mandar a ese alumno salir a resolver el problema a la pizarra.
En segundo lugar tenemos el caso
de un alumno que está impidiendo que sus compañeros atiendan y lean un texto de
historia sacándoles tema de conversación y hablándolos. Nuestra solución esta
vez sería cambiar el sitio a este alumno a un lugar estratégico apartado de
todos o más a la vista del profesor como puede ser la primera fila.
En tercer lugar hemos pensado en
un alumno que entra y sale del aula cuando le place, la solución en este caso podría
ser delegar en jefatura el castigo pertinente tras habernos asegurado que este
llega a dicho lugar.
Por último tenemos el caso de un
alumno que simplemente se limita a no seguir ninguna orden y hacer en todo
momento lo que quiere. En nuestra opinión lo que habría que hacer en un primer
momento es hablar con él y esclarecer las causas de su comportamiento para
poder ayudarlo, si esto no es posible se pasaría e informar a jefatura de la situación
y a llamar a la familia del implicado para ver que puede estar pasando.
Aun con todo sabemos que si nuestras
soluciones no funcionan, despacito y con buena letra las cosas aún pueden
cambiar.
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